CHICAS SOLICITADAS Y UN PATRIOTA INTELECTUAL CON NARIZ DE ZANAHORIA

 Mientras Mimi Lu y Coco Chanel juegan a cazar mariposas y lagartos, yo escribo el menú del día al que nadie hará caso.

Restaurante Mimi Lu ya Coco Chanel

MENÚ DEL DÍA

DESAYUNO:

Ogui de maíz con magdalenas

PLATO DEL DÍA

Bambucha con gallina ahumada

POSTRE:

 “Escitaloprámide”, de Adelaida Caballero

Es mediodía. Ahora que el restaurante vuelve a estar casi vacío, me sirvo un plato de bambucha y me conecto a WhatsApp para saber qué ocurre alrededor de mi mundo. Antes de acabar entran mis sosias, mis clientes más fieles: las chicas solicitadas. Llegan con el mismo bullicio de siempre, todas hablan a la vez y a gritos.

—Sosia, ¿qué hay hoy? — Pregunta una de las mayorcitas del grupo. Tiene los labios pintados de negro y una oreja llena de pendientes de diferentes tamaños, formas y colores.

—Bambucha con sardinas.

—¡Kie! ¿Desde cuándo se come bambucha con sardina? ¿No es con azúcar? 

—Otras personas también comen bambucha. Los fang no sois los únicos. —Responde la que parece estar al borde de la inanición, la koyot del grupo. —Es ese plato bubi ¿no? —asiento con la cabeza—. Lo conozco… me gusta.

—Entonces no se debe llamar bambucha. La bambucha es fang. Lo vuestro que hacéis los bubis lo debéis llamar hojas de yuca. Bueno, tráenos tres platos…


Al terminar de servir a las señoritas, regreso a mi puesto. Desde ahí soy casi omnipresente en el restaurante.

—Es como lo que me había pasado con Vistremundo, el profe de Lengua. Me había dicho que yo vaya a acusar donde yo quiera, “quiere escuchar la explicación lógica que voy a dar”. Y yo hebie ido en la dirección. —Dice una de las chicas removiendo la comida.

—¿Y después? —preguntan las demás al unísono. 

—Nos echaron a los dos. ¿Por qué pensáis que estoy aquí repitiendo primero de ESBA? Dijeron que yo no debía dar al profe mi número, eso es seducirle.

—A ver, hay algo. Yo no quiero defender, pero si un profe te dice que quiere salir contigo, eso no significa que te va a aprobar…

—Ella no ha dicho que él había dicho que quiere salir con ella…

—Además, si salgo contigo y tú eres mi profe, pero no me puedes aprobar una materia, ¿qué es lo que vas a hacerme en la vida?

—¡Yah! Ese director que os echó, antes él mismo sí da bossam a todas las niñas. 

—Tú no podías terminar de ver lo que le hacíamos… era que cuando nos castigan que vayamos a barrer el patio ¿no?, termino de levantar bien mi culo cuando agacho…

—Y luego vais a decir que los profes sí que son salvajes… 

—También son malos y desgraciados ¿tú sabes cuántas chicas tienen hijos de sus profes y estos no les quieren cuidar? Esa niña que ha hecho los audios sí que sabe, se debe enseñar a estos profesores vergüenza y sangre. 

—¿De que qué vergüenza un triste audio le va a enseñar antes? ¡Chiiup!

—Lo que pasa es que esta niña antes, casi parece hermana en cristo. Si la cosa ya ha salido mal, ya ha salido mal. Este profe ya no la va a poner su nota, aunque ella lo dice a su papá o al mismo Obiang Nguema. 

—Por eso, aunque el profe me dice que me va a aprobar hasta las materias que él no da, yo pido mi dinero. Porque estas cosas siempre pasan…

—Y luego tú que quedas ahí como puta, hasta las que no pueden hablarte ya te hablan.

 —La vergüenza ya no me coge antes. Aunque dicen que yo sí que le hebie buscado, si yo ya le he dado, que él también me dé mi parte. Un trato es trato.

—Pero esta niña de los audios, de verdad que me da un poco de pena y un poco de chiste. Si hasta parece que va a llorar.

—¡Soh, dice que conoce sus derechos!

—¿Qué derechos antes? De ser que ella sabe, sí le va a montar escándalo bien, bien en su casa. Si eres santa, hay que ser santa hija de papá. Pero si tú ya has dicho que eres sin importa hay que ser suicida, sangre ¡ating!

—Cuando vivía en Camaremi con mi tía y su marido y sus hijos, había un vecino que siempre que me veía decía “Chico, esta niña sí que va a tener culo eh. Esa clase de culo que tú das toda la noche y no cansas”. Hasta los otros vecinos decían que los hombres me van a seguir como moscas… Ahora, escuchar: a mí que mi tía daba coscorrones cuando les escuchaba. Según ella, me iban a violar porque me gustaba estar donde hay hombres.

—Si te buscan o tú que buscas, al final, siempre eres la puta. ¿Aún no habéis oído eso de que los hombres que pueden follar a todas son llaves maestras y las que todos follan son perras?

—Pero a las perras sí que los maestros y las hijas de mamá piden dinero. ¡Historias! Ansu mami como yo así. De que un profe me va a ir haciendo cachondeo ¡Djuak! Antes él mismo sólo va a ver que ya he aprobado su materia sin saber cómo. El que quiere llamarme puta que llame, pero yo no soporto a nadie ni plancho panty de nadie y me gusta mi vida.

—Y con lo santa que parece esta niña de los audios, lo único que van a hacer ahora es decir que es otra puta. Yo no puedo cometer esa clase de error. ¡Por Dios! A no fit. Esta ya ha gastado su nombre.

—Los de Jorge dicen que ella podía acusar desde antes. Pero no es fácil. Eso me había pasado cuando ese chico del barrio me había venido a decir que yo le chupe…

—¿En serio? ¿Vas a decir que no sabía que lo que te pide está mal?

—Yo sabía que está mal… Bueno, en ese tiempo. Es así como…  Antes no sabía antes qué decirle y era un mayor que también me podía pegar ahí mismo. Si hasta yo recuerdo que a veces le quería acusar, pero él me decía que si lo hago a mí que van a pegar y cien francos me parecía mucho dinero. Aún estaba en primaria, casi tenía ocho años.

—Así mismo acaban de hacer a una chavalita en mi barrio.

—¿Esa que decías que su mamá la quería poner picante molido?

—Sí. Ese chico ya no está en el barrio oh, ya ha ido a vivir en otra parte. A la niña sí que van haciendo interrogatorio. Que si ¿por qué ella no lloraba? Qué si esto y esto…

—Ya os lo he dicho, son historias. Todas las mujeres tarde o temprano abren las piernas para un hombre y no importa a qué edad empiezas, siempre tú vas a ser la puta. Si tú me llamas puta y eres mujer, tú también eres otra puta porque tú también abres y encima eres tonta, porque por lo menos yo dejo que me follen para ganar algo. Si eres hombre pues tu mamá, tus hermanas, tus hijas y todas las mujeres de tu casa también son putas, porque abren y las entran también.

—Yah, al final, los que sienten son ellos. Antes, para encontrar un guineano que te toca bien y te chupa es difícil. Tú que haces todo, casi tú que le follas, y luego te van hablando. ¿Por qué lo voy a hacer gratis? ¿De que qué?

—Vais a ver. Esa niña, la pueden ir a dar porrazos en la comisaria. No debía hacer audio.

—Aquí mismo, cuando Claudia fue a decir en la dirección que el profe de Geografía la dice cosas que ella no la gusta, empezaron a decir que las niñas traemos faldas muy cortas, que si nos sentamos con las piernas abiertas, que si seducimos a los profesores…

—¿En serio?

—¿Aún no te habíamos contado? El director dijo que nuestras faldas son transparentes. Nos castigaron a todas, diez palos en el culo y a coser borrador.

—Como la niña sí que no puede hacer nada, a ella sí que todos pueden.

—Mi papá siempre decía que es por nuestro bien, porque en caso de algo nosotras sí que vamos a salir fastidiadas, embarazadas. Por eso debemos tener cuidado con los chicos.

—El caso aquí es que, esa niña ya debe buscar otro centro. No importa si repite.


Menos mal que han llegado otros clientes. Al salir a la terraza para atenderles me doy cuenta de que entre ellos está una blanca, creo que la conozco. Sí, es la misma que siempre estaba en las aceras hablando con las mamás y comiendo buñuelos en la calle.

La blanca pide una Fresca y se sienta con sus compañeros, tres hombres y una mujer. A la mujer también me parece que la conozco. Sí, la he visto en la tele. Dicen que la gusta hablar mal, que defiende a las lesbianas y a los gais. Que es profesora, pero la veo y no sé. Tiene el cabello enmarañado como una demente maniatada en una curandería; el sobaco lleno de vello, y el colmo es que va en sinmangas. Los hombres que acompañan a la blanca y a la del pelo enmarañado tampoco son muy guapos. Uno de ellos es gordo y lleva una camiseta roja del Nzalang Nacional. El otro lleva un traje cosido, un popó del ocho de marzo adornado con mujeres de las etnias de Guinea Ecuatorial cargando cestas y palanganas de pescado. El tercer hombre es un bajito rechoncho, muy callado, con cara de bueno y sonrisa de malo, ojos pequeñitos y nariz de zanahoria. Desde mi silla, parece que el gordo con la camiseta roja del Nzalang quiere tema con la blanca. La blanca parece que está en otro mundo, no se da cuenta o se hace la tonta.

Después de servir a la blanca y a sus compañeros, me quedo en la terraza con ellos y mis compañeros de trabajo. Escucho que el grupo de la blanca también empieza a hacer congosá sobre la niña de los audios que circulan en WhatsApp.

—Todo el mundo está insultando al pobre profesor. Ya le han llamado de todo ¡Pobre hombre! —Dice el gordo de la camiseta del Nzalang, y parece que su panza le impide respirar. Casi habla por la nariz.

—¿En serio, pobre hombre? —pregunta la única guineana del grupo, la que parece demente y va en sinmangas con el sobaco lleno de vello. 

—Claro, tú eres profesora de periodismo. Tú sabes buenamente que los datos se deben contrastar—replica en tono científico el hombre que lleva el popó del ocho de marzo.

—De verdad, profesora, me consta que usted estudió algo de derecho y ciencias políticas. Sabrá que no es correcto juzgar antes de escuchar las dos versiones. No me puedo creer que usted se esté dejando llevar por los sentimientos. —Dice, muy formal, el rechoncho bajito con la nariz como zanahoria.

—Y como periodista, politóloga y estudiante doctoral de género, derecho y sociología, además de ciudadana ecuatoguineana; tengo conocimiento de muchísimos casos que me permiten tomar una postura con respecto a la información que ya tengo de este caso. ¡Esto sólo puede ocurrir en Guinea, por Dios!

—¿Esto sólo puede ocurrir en Guinea? —pregunta el gordo de la camiseta roja. —Es lamentable que vosotras, las que tenéis voz en el extranjero, seáis las primeras en manchar el buen nombre de nuestro país. ¿Sabes cuántas barbaridades ocurren en otras partes? 

—Esas barbaridades no son defendidas por hombres que forman parte de los grupos ‘intelectuales’ de esos países, como sucede aquí.

—Precisamente como hombres cultos, nos tomamos la molestia de razonar desde nuestros principios ancestrales. No se te olvide que los códigos morales de occidente no han sido siempre los mismos para África, nos han impuesto su manera de ver las cosas y la estamos aceptando sin más —dice, otra vez en tono de ilustre, el hombre del popó del ocho de marzo. El gordo de la camiseta roja mueve la cabeza en señal de aprobación.

—¿Y eso qué tiene que ver con que un profesor haya intentado acostarse con una menor, que ella le haya rechazado, y que él amenace con suspenderla por eso? —Replica la blanca.

El gordo de la camiseta roja, con ojos de amor, intenta acariciar el pelo largo y suave de la blanca pero ella le rechaza, le dice que le duele la piel de la cabeza, que se la cae mucho el pelo desde que llegó a Malabo. También el pelo ya se le ha caído a la china de la Tienda Li. El agua de Malabo es mala así para los chinos y los blancos.

—Adela, lo que yo quiero saber es si os habéis planteado la posibilidad de que esa niña haya hecho el audio porque no se ha salido con la suya. —Explica el hombre del popó. —Quizás ella ha intentado seducir al profesor para aprobar, el hombre se ha negado, y por eso ella le acusa ahora. Yo veo que puede ser chantaje psicológico.

—Yo creo que os estáis quedando con nosotras. —Dice la del pelo enmarañado.

—Adela. —Dice el gordo de la camiseta roja, acomodando sus carnes otra vez sobre su silla. —Yo sé que tú te sientes con ínfulas de grandeza porque eres la doctorada en la historia, filosofía, cultura, pasado, futuro y presente de Guinea Ecuatorial; pero déjame decirte que no sabes nada. Un año de hablar a diario con esas mujeres viejas e ignorantes, resentidas de la vida que les tocó en su tiempo, que ya no es el de ahora, no te hace nadie.

La del pelo enmarañado se tapa la cara con las dos manos.

—¿En serio? ¿Estamos hablando de la denuncia de una menor y tú sacas tus problemas personales contra Adela? ¡Qué manía!

—¿Tú cómo sabes que es una menor y que ha sido acosada? ¡Estoy harto de que cualquier blanco inepto en su país quiera venir a convertirse en dios aquí! —Explota el gordo de la camiseta roja.

—Si la niña no hubiese estado de acuerdo con su profesor, le habría denunciado desde el primer momento. ¿Por qué le da un margen? ¡Vamos! Ha estado zorreando con el profe y ahora intenta manipularle —Dice el bajito rechoncho que hasta entonces había permanecido callado, mirando a todos con sus ojitos pequeños, con su cara de bueno y su sonrisa de malo.

—¿Pero, tú no tenías una hija de dieciséis años? —Pregunta al bajito la de los pelos en el sobaco.

—Sí. Y hasta ahora no tiene sim. 

—Eso crees.

—Y así es. Hasta que mi hija no cumpla los dieciocho no tendrá teléfono. Cuando lo tenga, estará estrictamente bajo mi supervisión. 

—¿Dónde está la libertad que tú como padre le das para que vea y sienta que confías totalmente en ella? 

—En los mensajes que esta ha guardado de su profesor. Dice que conoce sus derechos y tiene mensajes del profesor, ¿no? ¡Luego han estado flirteando! Tan inocente no será. 

El gordo de la camiseta roja interviene.

—Mirad ese caso de la mujer que decía que han estado abusando de su hija de doce años cuando en realidad tenía trece… 

—¿Dónde está la diferencia? Sigue siendo una menor.

—Según nuestra ley…

—Nuestra ley franquista…

—Llámalo como quieras. Pero según nuestra ley, la edad de consentimiento empieza a los trece. No se podía acusar a este hombre de ninguna violación. La niña estuvo de acuerdo y ya tenía edad.

—Mientras que en Europa un hombre se va a la cárcel por acostarse con menores de edad, aquí se defiende con la ley en la mano… —Dice la del pelo enmarañado.

—Guinea es Guinea. —La blanca otorga la razón al gordo de la camiseta roja. —Pues vale: Es un hecho que en Guinea las niñas están desamparadas ante los pedófilos, y en caso de que las dejen embarazadas, el estado les quita el derecho a la educación. Eso también lo establece vuestra ley.

—¡Se te llena la boca hablando mal de Guinea! —el gordo explota de nuevo. —¡¿Crees que en Francia o en España puedes encontrar a una niña embarazada en clase?!

Ahora es la del pelo enmarañado quien otorga la razón al gordo.

—Claro que no. ¿Sabías que Francia acaba de ampliar la edad máxima para recibir anticonceptivos gratis hasta los 25 años?

—¿Y eso te parece bueno? —Interviene el bajito rechoncho. —¿Qué se promocione el sexo te parece bueno?

—Sí que me parece bueno. Mientras aquí anulamos a las niñas como personas con derechos, ellos apoyan su autonomía, dan por hecho su agencia sexual, y no creo que puedan permitir que un pedófilo se vaya de rosita…

—Y dale con poner de ejemplo a Occidente. ¿Por qué en África no queremos evolucionar como africanos, orgullosos de nuestras costumbres? ¡Jesús, José, María! Esas niñas no son lo que parecen. Esas niñas son ansu fatis, son mujeres precoces porque desarrollan el cuerpo que las hace mujeres. Son mujeres antes de ser niñas. Ellas mismas buscan a los hombres, que les den. Les gusta estar donde hay hombres.

—No sé qué les pasa a los hombres guineanos con las niñas, de verdad. Intento entender y me da escalofríos —Dice la blanca. El hombre del popó del ocho de marzo le contesta.

—No es sólo el hombre guineano. Muchos blancos llegan aquí y se convierten en depredadores de menores “porque el sistema se lo permite”, dicen ellos.

—Lo que os pasa a vosotras es que tenéis envidia de las ansu fatis. Os están sacando del mercado. —Dice nariz de zanahoria sonriendo.

—¿Sí no? Y al final, el problema somos las mujeres y no el “mercado” establecido según las reglas de los hombres, muchos de ellos pedófilos, que se aprovechan de la pobreza en la que viven las menores —Responde la blanca con una expresión de fastidio en la cara.

—Ya te digo, Adela. —Dice la del pelo enmarañado. —Es como si existiera una estrategia de manipulación social para mantener a las mujeres oprimidas, esclavas sexuales de los hombres.

—En el contexto del abuso, a esas estrategias se les llama ‘grooming’ en inglés. Los perpetradores preparan mentalmente a sus víctimas para ser abusadas y que no les denuncien, ya sea por vergüenza, miedo, o un amor enfermizo que hayan creado en ellas… Esto es un problema enorme en Guinea Ecuatorial, porque todas esas actitudes asociadas al ‘grooming’ están completamente normalizadas. Encima, no hay un sistema de justicia fuerte, no hay hombres irreprochables que lo ejecuten, ni hay leyes diseñadas especialmente para proteger a grupos vulnerables. La pederastia está normalizada porque se funde con la violencia hacia las mujeres, lo cual no se sanciona. Todo esto se sabe. Lo sabemos todos. Los únicos que no lo reconocen son los VIOLADORES que cargan con sus propias culpas, los ESTÚPIDOS que sirven al sistema creyendo que el sistema les va a dar grandes víveres, o las mujeres que, casi siempre por asuntos personales, desconfían de otras mujeres que denuncian, hayan sido ellas mismas victimizadas también o no. Es una pena. Es una tristeza. Es un crimen lo que sufren las niñas en Guinea. Me sorprende que no se den casos en los que las mujeres cortan con machete el pene del violador, como sucede en muchas otras partes del mundo. Eso también dice mucho del peso moral con el que cargan las niñas guineanas. Cortar el pene sería castigar al hombre, pero, ¿cómo le va a castigar cuando todo el mundo reacciona diciendo que ella ha tenido la culpa? La obliteración moral de la niña es tanta, que no le queda ni el sentido del “yo” necesario para la venganza.

—¿Por qué no hablas de México y de las leyes que necesita contra el narcotráfico y la prostitución infantil? —Dice, enfadado, el gordo de la camiseta roja. —Es más fácil abrir la boca cuando se trata de África, ¿verdad? 

—Primero, yo no tengo país. Nací mujer en México, un país machista, feminicida, y violento en el que nunca me sentí realmente en casa. Segundo, soy migrante. Soy extranjera permanente en todas partes. Y tercero, soy antropóloga. O sea que, además de renegar de mis ‘raíces’ y vivir como extranjera permanente en el país que me volvió persona, soy investigadora. Vivo cada día todos los días como en un triple exilio. Siempre. Entonces, no me vengas con historias chovinistas. Yo no tengo patria. Mi matria es el universo, como dijo una vez un colega mío poeta, Orlando Guillén. Yo no puedo hablar sobre México, porque cualquier cosa que yo diga sobre México, va a ser dolorosamente miope. Va a estar teñida por la subjetividad de mi yo crecido ahí, habiendo mamado de la misma teta que gobierna y estructura las violencias que pretendo denunciar. Yo me hice persona en otro sitio, no ahí. Porque si hablara de México, sería para denunciar, para hablar mucho y mal, como hace mi compañera aquí presente. No para ‘proteger el buen nombre’ de ese país feminicida como os han hecho creer que es vuestra obligación ciudadana hacer aquí – cuidar las apariencias y vivir del cuento de que todo va bien, paz reinante en el suelo patrio y desarrollo sin precedentes todo esto y tal, para que os puedan seguir abusando, eso sí, soberanamente. ¿No crees que tú también eres miope al hablar de Guinea? Tú también has mamado de la misma teta que gobierna y estructura las violencias que la rigen. ¿No te vuelve miope esa relación problemática, íntima, secreta, de amor-odio hacia un país que no va a dejar de abusarte por mucho que lo defiendas? Vivís enamorados de vuestras horcas invisibles.

El gordo de la camiseta roja bebía malamente su cerveza hasta que la terminó y después pidió otra botella de las grandes y un litro de Tío de la Bota. Prefería llenarse el vientre de alcohol antes de reconocer que no tenía palabras en la boca.

—Adela, —el hombre del popó del 8 de marzo rompió el incómodo silencio. —Lo que queremos que entendáis es que es mejor juzgar teniendo todos los hechos y haciendo las preguntas adecuadas, en vez de dejarse llevarse por el feminazismo...

—¿“Feminazismo”? Hombre. Colega. Tú sabes lo mucho que te quiero. Me conoces muy bien como persona, como investigadora, como poeta, y como profesora. Tú y yo somos amigos. O por lo menos yo siempre te he considerado mi amigo. Mi colega investigador. Mi igual. Pero comentarios como este, expresiones como esta, “feminazismo”; este es el tipo de cosas que no me dejan dormir. TÚ siendo quien eres, conociéndote como te conozco, expresiones como esa están muy por debajo de ti. Porque sólo los simplones, cabeza cuadrada, mente cerrada y mundo diminuto podrían imaginar siquiera que exista la posibilidad de algún paralelo entre la defensa de los derechos de las mujeres y las niñas, y el exterminio sistemático de diez millones de judíos. Es que no me cabe en la cabeza el paralelo. No puedo siquiera imaginar qué tipo de gimnasia mental se necesita para establecer una equivalencia entre el reconocimiento de los derechos de unas personas, y la deshumanización y el exterminio sistemático de otras. En cuanto a lo demás, yo entiendo que hablas de instancias de justicia específicas, pero darle al supuesto criminal el beneficio de la duda les corresponde a los tribunales, no a la gente. La gente, la comunidad, tiene todo el derecho de repudiarle porque ahí, en la memoria de la comunidad, es donde se guardan todos los precedentes, no nada más de él, sino de todos los abusadores. Sólo la comunidad conoce su propio historial de abuso, impunidad, y sufrimiento. Darle al supuesto criminal el beneficio de la duda es cuestión de leyes, no una cuestión de ética o moral. La cuestión moral es darle el beneficio de la duda a la víctima que se atreve a denunciarle, porque no creerle sería revictimizarla. Esto es básico para la vida en sociedad: la prioridad de la empatía está en la víctima, no en el victimario. Aquí, en este caso específico, el victimario no necesita empatía, él ya tiene todo el sistema de su lado. Yo entiendo que en Guinea no se vive así, “en sociedad”, porque no hay confianza entre las personas, ni entre las personas y las instituciones. En Guinea se protege a los abusadores porque, en la cultura histórico-política de las acusaciones por intereses personales que data de los tiempos de Macías y tal vez más allá, es plausible que el abusador resulte ser la víctima, es plausible. Pero el precio que se paga por proteger a un hombre que quizás sea inocente (aunque todos sepamos que lo más seguro es que no lo sea) es seguir reproduciendo esa misma cultura histórico-política de las acusaciones por intereses y, con ella, todas las estructuras que vulneran a las niñas ahora mismo, en el presente. Las niñas, “ansu fatis” o no, simplemente porque son menores, son quienes necesitan protección. Si lo ves de otra manera, es porque la cultura histórico-política de las acusaciones basadas en intereses personales te está molestando la vista. Eres miope. Estás pensando según la lógica dictada por la teta totalitaria de la que te ha tocado mamar. Esas, señor, son tus horcas invisibles. Sin embargo, dado que esa cultura tan nefasta de las acusaciones tiene sus propias dinámicas, nos corresponde a ti y a mí como investigadores detectar dónde se manifiesta para poder contrarrestarla. Y la única manera de contrarrestarla es arriesgarnos a mostrar empatía hacia la niña, darle el beneficio de la duda a la niña. Esa es la decisión moral que hay que tomar. Empatizar con el abusador porque quizás sea inocente, es seguir legitimando y reproduciendo a través de la práctica la cultura de las acusaciones por intereses personales. En el proceso, nos quedamos sin empatía por los vulnerables. Eso, dice tu ilustre compatriota Juan Tomás Ávila Laurel, es una consecuencia de “la naturaleza animalizadora de la dictadura.” O sea que, la decisión moral es ‘arriesgarse’ a empatizar con los que son de facto vulnerables. No podemos dejar que la cultura nefasta de las acusaciones por intereses personales endémica en Guinea nos convierta en animales. Chuco, yo no quería hablar otra vez mucho así. Estoy cansada. Estoy cansada de estos temas, me deprimen. 

El hombre del popó del ocho de marzo pone su mano en el hombro de la blanca, en señal de apoyo y compañía.

—Adoro el feminismo. Pero repudio cualquier forma de ideología que rechace el análisis de las cosas y se deje llevar por los prejuicios... Esos audios que la niña ha compartido no aportan pruebas suficientes para saber si el supuesto enfermizo profesor es culpable... Seamos lógicos. No vaya a ser que un profesor honrado acabe despojado de su dignidad por las acusaciones de una menor procedente de un ambiente corrupto.

—Desde el momento en el que él ya envía mensajes a la niña, no creo que tenga mucha dignidad de la que se le pueda despojar —Comenta la mujer del pelo enmarañado.

Después de darle un trago a su cerveza, la blanca vuelve a dirigirse al hombre del popó.

—Colega, en este caso, las personas que se dejan llevar por prejuicios son las que llaman ‘feminazismo’ al feminismo, aunque al hacerlo se refieran a sus manifestaciones más extremas (i.e. mostrar las tetas, tener pelos en el sobaco, todo esto y tal), o, aunque se refieran a esas personas que tergiversan sus argumentos de derechos para convertirlos en temas personales (como dicen que hacen las ansu fatis). En realidad, las únicas personas que se valen del feminismo y lo bastardizan para avanzar sus propios intereses en Guinea ahora mismo son las ‘buenas feministas’: las amantes, esposas, hermanas e hijas de los poderosos que tienen cargos (pero no tienen poder). Triunfan ‘como mujeres’, y ponen el ‘buen ejemplo’ (siempre y cuando no contradigan a sus maridos, padres, amantes, etc.).

—Me enferma que una doña nadie, por ser blanca, espere que la creamos en todo. Ya no estamos en la era colonial —el gordo de la camiseta del equipo nacional de futbol finalmente rompe su silencio, pero la blanca decide ignorarlo.

—A lo que iba, colega. Ya que dices que adoras el movimiento feminista, déjame contarte que el término “feminazismo” empezó con los trolls de internet, hombres blancos de mediana edad, por lo general solteros, a los que también se les llama incels (involuntary celibates). Los incels son básicamente hombres que quieren follar, pero ninguna mujer en su sano juicio quiere involucrarse con ellos (precisamente porque no las respetan como mujeres), y ellos, los incels, sacan toda su furia y su frustración atacando al feminismo porque lo identifican como la causa de que las mujeres se rehúsen a follar con ellos. Esto es lo que piensan los célibes involuntarios: Si las mujeres no quieren follar con ellos, obviamente es porque el feminismo les ha lavado el coco poniéndolas en contra de los hombres. Si las mujeres no quieren follar con ellos, obviamente es porque son lesbianas y quieren la destrucción de la familia y el exterminio de la sociedad y de los hombres. La única manera de conservar la sociedad es protegiendo la familia, lo cual en la cabeza de los incels quiere decir: las mujeres tienen la obligación de follar con hombres para procrear, por lo tanto, ellos tienen el derecho a follar mujeres, y el feminismo es el enemigo porque les hace creer a las mujeres que pueden, de hecho, negarse a follar con ellos. Tú ves ¿no? Hay un contexto enorme detrás de esa palabra “feminazismo”, un contexto de estupidez, malicia y machismo blanco que luego se traslada a otras culturas a través del uso del término.

—Mucha teoría, colega. Lo que decimos nosotros como hombres es simple. Antes de juzgar a ese pobre profesor, se debe tener bien claro si es culpable o no.

—Y lo que decimos nosotras como mujeres, colega, también es simple: el juicio de ese profesor se hará en los tribunales. Fuera de los tribunales, la decisión moral está en darle el beneficio de la duda a la niña. Como ya te dije, el supuesto agresor ya tiene todo el sistema a su favor. Guinea es Guinea, ¿no? Pues esto es lo que pasa en Guinea: a no ser que quieran hacerle servir de ejemplo, o que le quieran utilizar para probar alguna promesa de campaña política, o que tenga algún enemigo por ahí que quiera aprovechar la circunstancias para sabotearle, las probabilidades están a favor de que salga impune, sea inocente o no. Hombre, dejemos este tema por ahora. ¡Hola! Por favor. ¿Me das otra Fresca? Yo estoy cansada de discutir con vosotros. Mira aquí al bubuto este, que dice que me quiere casar porque soy blanca, pero se rehúsa a verme como persona, precisamente, porque soy mujer. Si le cojo, me cuelga un nkgüeng. Si le denuncio, me lleva a Guantánamo por detracción de la paz. Yo estoy cansada de discutir con vosotros. ¿Sabéis el tiempo, los años, que me ha tomado autoconvencerme de que puedo, de hecho, aspirar a ser feliz, yo, en mi mundo inmediato, sin tener que sentirme culpable por sentir que, al ser feliz, estoy ‘traicionando’ el sufrimiento de mi familia guineana y las mujeres con las que trabajo? Esto cansa. Y encima vienen los estúpidos, los nacionalistas, los amantes prospectivos rechazados, los machistas orgullosos, los resentidos, e intentan cuestionar si estoy o no en posición de decir las cosas que digo. ¿Qué más quieres que te diga, colega? Yo no hablo por hablar. Los problemas de Guinea Ecuatorial tienen sus causas en Guinea Ecuatorial. A partir de ahí… Así nos va.

Sin darme cuenta, las chicas solicitadas se han ido sin pagar. Es la segunda vez que me la juegan.


*Este relato-charla-coloquio ha sido enriquecido y mejorado por la antropóloga y escritora Adelaida Caballero. 

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